El cielo rosa y las nubes rosas




 Hablando. Cantando a gritos. Y dando palmas. Los huesos partidos entrechocaban como 
 maracas vacías agrietadas. Tomando estimulantes para el dolor acompañados de vino. El 
 cielo rosa y las nubes rosas prepararon el accidente, y la ambulancia, la sangre hacía de 
 cada uno de nosotros un cuadro abstracto. El techo era oscuro, y la música de la sirena era 
 como una rumba de discoteca para nuestros oídos mimados y mareados. Los ojos eran 
 pelotas de ping-pong pintadas por la sarna domada. El cielo rosa y las nubes rosas 
 prepararon el accidente. Ganando tiempo rellenábamos los formularios de la seguridad 
 social, entre pinchazo de nolotil y trago de vodka ahogado por la enésima pregunta del 
 policía ebrio que nadie supo como entró allí. El cielo rosa y las nubes rosas prepararon el 
 accidente. Allí estábamos, a 180 por hora en la carretera de Andalucía, haciendo eses en 
 dirección contraria en una ambulancia llena de golpes provocados por la alambrada 
 divisoria, con el conductor esnifando algo y el copiloto dándose bienestar con la aguja. Con 
 una enfermera borracha semidesnuda excitándonos y pidiéndole un baile a mi amigo en 
 medio de la tormenta nocturna decimotercer aniversario del diluvio nacional. El cielo rosa y 
 las nubes rosas prepararon el accidente. Dos ruedas pinchadas, la reserva de la gasolina 
 como única luz fiable, la calefacción estropeada, los retrovisores rotos y un retablo humano 
 fiel a la tercera Guerra Mundial de andar por casa con las zapatillas llenas de cuchillas y de 
 ortigas librando una batalla de sobredosis de suero efervescente y fosforescente. El cielo 
 rosa y las nubes rosas prepararon el accidente. Y en la radio de la ambulancia sonaba 
 a todo volumen "sobre el arco iris" cantado por Los Rivero como si fuera una nana del fin 
 del  mundo. 
 

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